De acuerdo a los datos de la Encuestadora Berumen, en los últimos 10 meses el
PAN pasó de tener 34 por ciento de las preferencias con su candidatura natural (sin
alianza en Agosto 2017/ 4,500 entrevistas) a tan solo 19 por ciento (con
alianza en Junio 2018/ 13 mil entrevistas), una caída de 15 puntos porcentuales,
es decir una reducción de 44 por ciento de su fuerza política. En el caso del
congreso, pasó de tener una posibilidad de tener poco más de 200 diputados, a
una posibilidad de 130 diputados como máximo y una alianza que
sobrerrepresentará a las fuerzas de izquierda PRD y Movimiento Ciudadano en las
cámaras, resultados no observados en una elección presidencial desde el siglo
pasado. Existen señales de que el panismo se encuentra ingresando en la crisis
interna más severa de los últimos 30 años.
Pero ¿Es posible transformar esta crisis en una resolución positiva? La
respuesta es: Si. El primer paso es el reconocimiento institucional del
conflicto mediante acciones políticas reales, para inmediatamente después comenzar
por poner en la mesa la agenda de los actores en conflicto, generando un
proceso de dialogo que incluya un procedimiento incluyente y justo para las
partes.
Como se observa, es un proceso de gestión lo que se requiere. Un ejemplo de
la mala gestión del conflicto interno es lo que se aprecia en el Comité
Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN ante la renuncia de Margarita Zavala a su candidatura.
Un mes ha pasado y lo único impulsado desde la dirigencia han sido filtraciones
de prensa, reenvíos masivos de cadenas de WhatsApp, cartas a medios y una
conferencia de prensa organizada por panistas de viejo cuño.
En realidad las tres demandas más relevantes del conflicto panista continúan
sin tener reconocimiento tácito entre la élite partidista: 1) la modificación de
Estatutos que permitió a Ricardo Anaya y a Damián Zepeda ser candidatos a
Presidente y Senador desde la Dirigencia Nacional 2) el secuestro de la
dirección política partidista a través de una Comisión Permanente y la
reducción del Consejo Nacional a un órgano de auditoría administrativa y 3) el
rasurado del padrón de militantes.
En este mes perdido, bien se podrían haber impulsado acciones políticas, a través
de una mesa de dialogo abierto, como:
·
Una
dirigencia de transición avalada por las partes.
·
Un
compromiso firmado por las partes para modificar los artículos estatutarios que
permiten a los dirigentes manipular el proceso de selección para después ser
candidatos.
·
El compromiso
de renovar las atribuciones y mecanismos del Consejo Nacional.
·
La
revisión del padrón de militantes con representantes de los partes.
·
La revisión
de las listas de senadores plurinominales del PAN.
Los conflictos políticos pueden ser transformados positivamente, el del PAN
es susceptible de serlo, sin embargo no es con cartas a la opinión pública, ni
con filtraciones de prensa; la vía de resolución es con gestión, talento
político y negociación entre las partes; para comenzar ese proceso es
fundamental el reconocimiento institucional del conflicto que evite una
escalada mayor en los meses por venir.
Por Rafael Solano
Diplomado en Análisis Político.CIDE.
Diplomado en Análisis Político.CIDE.
Estudiante de la Especialidad en Negociación y Gestión de Conflictos Políticos. UNAM.
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