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México, cultura política heredada de la hegemonía


El siguiente ensayo fue escrito en Octubre-Septiembre de 2009.


Sin duda en México no se entendería la cultura política y los cambios que se requieren hacer sin haber entendido antes al Partido Revolucionario Institucional, y el proceso hasta la constitución del mismo; a pesar de que la transición en México se comienza a dar principalmente desde la década de los 70´s, no hablar de cómo se construyó el PRI es como dejar de lado de donde salieron los vicios institucionales que hoy sufre el país, ya que en el sentir social, se encuentra una grave decepción hacia la transición democrática.

Para Lorenzo Meyer, lo antiguo no funciona pero persiste porque lo nuevo ni siquiera tuvo la oportunidad de cuajar, según este autor en el contexto cotidiano del país dominan casi todas las características negativas que definieron la vida pública en el régimen priista, mientras que lo políticamente nuevo es que la “presidencia imperial” se trasladó a nuevas locaciones como los gobiernos estatales, el poder legislativo o zonas económicas dominadas por los poderes fácticos (Meyer, 2009). No es casualidad que entre la charla política no priista se menciona “al priista que todos llevan dentro”, incluso el Presidente Felipe Calderón, de extracción panista alguna vez mencionó al “pequeño priista que todos llevamos dentro”[1] (García Soto, 2007), pero esto a pesar de tener un tono gracioso no es ni de cerca un chiste, es en cambio parte de una consolidación y símbolo de la cultura política mexicana.

Para Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda el PRI es una sigla mítica que hoy es un partido minoritario y una cultura política mayoritaria, que contribuyó a la herencia del nacionalismo energético, la congelación de la propiedad de la tierra y las playas, el sindicalismo monopólico, la legalidad negociada, el dirigismo “estatal”, el “soberanismo” defensivo, la corrupción consuetudinaria y el patrimonialismo burocrático. Para estos autores el PRI salió de Los Pinos pero no del alma de México. (Castañeda & Aguilar Camín, 2009)

Con su lógica de poder, con su tipo de negociación, la cultura política en México parte del entrelazamiento de sus sectores en lo rural y lo urbano, de lo oligárquico con lo popular. Una gran definición es la que hace Pablo González Casanova.

“De la revolución de 1910- 1917 surgió un Estado cuya base social estaba integrada por una coalición popular en la que los jefes y caudillos que dirigían a las huestes campesinas tuvieron la necesidad de incorporar a los líderes y organizaciones de la clase obrera organizada. La incorporación de los dirigentes sindicales y obreros, añadió nuevos elementos a la cultura de las relaciones entre gobernantes y gobernados. Los caudillos revolucionarios forjaron una correa de transmisión cultural particularmente rica en el manejar de las prácticas y de los símbolos de la represión y la concesión, de la ruptura, la negociación y el convenio”. (González Casanova, 1981, pág. 62)

La transmisión cultural fue muy clara y estuvo contenida en diferentes códigos políticos, durante mucho tiempo como “el tapado”, “el dedazo”, “el que se mueve no sale en la foto”, en fin una serie de argumentos que el día de hoy no han quedado del todo sepultados en el proceso de transición rumbo a la democracia.

González Casanova agrega que la política mexicana ha estado vinculada a “asegurar el dominio propio por los demás”, caracterizando a México en dos tipos de dominio, la imitación o mímesis, que corresponda al fenómeno de adoptar las ideas del otro; y por otro lado la tolerancia, que se refiere a respetar de algún modo esas ideas, estos dos elementos son los que contribuyeron a la reproducción del régimen no siempre de modo terso. Asimismo hace la enumeración de un tercer elemento que es el marco legal como formalidad legal pero con la posibilidad de ser negociado.

Pero esta cultura a la que se refiere el autor del “Estado y los partidos políticos en México” traza otros rasgos como la autocensura como disciplina consultada, eficacia o discreción; o el sobreentendido de que lo que se dice no es lo que se está diciendo; las formas; la demagogia conveniente o como cobardía[2], o hasta el encarcelado por “error”[3]. (Televisa, 09)

Pero ¿Qué es el PRI, a que obedeció su constitución? el poder en México sufrió una etapa de vacio entre 1910 y 1920, esto a raíz de las múltiples revueltas causadas por los jefes regionales, principalmente después de 1917 los jefes revolucionarios se vieron envueltos en la disputa por el poder. Después de la fundación de varios partidos políticos y de la presidencia de Venustiano Carranza sin haber consolidado apoyo popular, el General Álvaro Obregón se presentó el 1 de julio de 1919  como líder de una corriente surgida de capas medias de la población participantes en el movimiento revolucionario, aglutinador de todas fuerzas revolucionarias, es en ese entorno que un grupo de generales asesinó a Carranza, entre ellos estaban Obregón, Elías Calles y De la Huerta, surgiendo este ultimo como presidente interino.

En 1920 se constituyó el Partido Nacional Agrarista con una gran influencia en su entorno del general Obregón, llevándolo a la Presidencia de la República y como consecuencia a Elías Calles a la Secretaría de Gobernación  el 5 de septiembre de 1920 con la contribución del Partido Laborista Mexicano, del Partido Liberal Constitucionalista y decenas de organizaciones regionales.

Después de un debilitamiento de Obregón en el poder, surge el primer frente común organizado bajo la subordinación del gobierno, la Confederación Nacional Revolucionaria (CNR) constituido por varios partidos políticos y bajo el yugo político de Elías Calles. Ante el inminente apoyo de Obregón a Calles para sucederlo surgió la insurrección de De la Huerta que fue liquidada rápidamente, dando paso a Calles en la Presidencia apoyada por casi todos los partidos políticos existentes; pese a esto último los dirigentes y caudillos estaban profundamente divididos.

Es dentro del gobierno de Calles y el intento de reelección de Obregón[4] (1917-1930), se consolidó el movimiento obrero, y prevaleció el caudillismo apoyado en una red de relaciones personales bajo el estigma de que estos dos generales eran los “herederos de la revolución”.

Entre los rasgos que se encuentran en esa época es que después del triunfo revolucionario, los dirigentes políticos, sociales y los revolucionarios no lograron o no intentaron ponerse de acuerdo, para crear un nuevo régimen que proveyera estabilidad nacional. Las revueltas y los asesinatos eran constantes tras el hambre de poder, pese a esto último no se puede hablar de un poder corruptor en esa época, más bien se debe hablar de una inestabilidad política.

Así a partir de la “grave situación” que se había creado “como consecuencia de la inesperada muerte del general Obregón”, el general Plutarco Elías Calles había meditado “sobre la necesidad de crear un organismo de carácter político” en el cual se fusionarán “todos los elementos revolucionarios” que sinceramente deseasen “el cumplimiento de un programa y el ejercicio de la democracia”.

La convención constituyente del partido hegemónico se reunió en el Teatro de la República de Querétaro surgiendo el Partido Nacional Revolucionario como un frente de organizaciones políticas nacionales y locales, que permitiera la consolidación del aparato estatal y la legitimación del régimen, sometiendo a los dirigentes militares y civiles a la autoridad central, lo anterior permitió como uno de sus objetivos más importante el desarme de los campesinos revolucionarios y eliminar los núcleos de poder regionales y locales organizados en torno a caciques regionales.

Durante el periodo de Calles conocido como el “Maximato”, el Partido logró  consolidar un importante aparato burocrático, y es durante el periodo del general Lázaro Cárdenas que el partido hegemónico se consolidó como una institución estatal bajo el control del Ejecutivo.

Es en el periodo de Lázaro Cárdenas (1934-1917) que el partido aumento su militancia, pasando en 1934 con poco menos de un millón de miembros, a tener poco más de tres millones de miembros ubicados principalmente en el sector obrero y campesino y por fin convertirse en una organización masificada, esto también incluyó la liquidación del periodo del “Maximato” callista además de la asunción del Ejecutivo como jefe indiscutible del Partido, caracterizado por la ausencia de debates democráticos en sus diversas instancias, la tendencia a una centralización burocrática de las decisiones y un abismo entre sus tesis oficiales y su real accionar (Garrido, 1982, pág. 230). Por ello se puede hablar de que el poder corruptor del gobierno basado en la masificación del aparato burocrático se comenzó a gestar en el gobierno de Cárdenas.

En este periodo se comenzaron a priorizar las aprobaciones por plebiscito de las candidaturas del partido incluyendo a dirigentes agraristas y obreros, logrando el fortalecimiento de la manipulación, el control y el sometimiento de estos grupos. Las elecciones constitucionales se comenzaron a establecer a partir de actos de violencia y fraudes, donde las autoridades y los dirigentes partidistas trataban de alejar a la sociedad de las urnas. Aunado lo anterior a que las fuerzas de oposición estaban prácticamente desorganizadas.

La organización paso a tener una masa de militares, empleados públicos, campesinos, trabajadores, maestros y capas medias capas de legitimar las acciones de gobierno del aparato estatal. Pero también comenzó a tener una fuerte oposición entre los latifundistas, los empresarios y amplios sectores de las capas medias de la población.

Es en 1938 que después de un proceso de cambios “de facto”, el Presidente Lázaro Cardenas decide establecer una amplia base social “institucionalizada” como un partido de Estado en apoyo indiscutible del régimen presidencialista, surgiendo así el Partido de la Revolución Mexicana y centralizando aún más el poder en el Presidente de la República. Los documentos del Partido privilegiaron un proyecto vago e indeciso, lleno de las contradicciones con el único objetivo de ampliar su base partidaria en base a las organizaciones sindicales.

El PRM consolidó dos estructuras, la directa conformada por comités municipales, comités ejecutivos regionales, Comité Central Ejecutivo (Presidente de la República) y Consejo Nacional, apoyada en una estructura caciquil; y la indirecta formada por cuatro sectores, campesino, obrero, popular y militar. Esta última forma consolidó nuevos medios para fortalecer control sobre las organizaciones. La afiliación obligatoria de los campesinos y militares y la incorporación de la mayor parte de los trabajadores y de los asalariados sindicalizados, consolidaron una organización sin precedentes.

En el caso de las elecciones internas se consolidó el sistema de los acarreados a quienes se les obligaba a votar a menudo por la violencia y la corrupción, todo esto bajo la anuencia del Presidente. Esto privilegió la vida interna de la clase dirigente dejando de lado a la militancia.

En 1940 con el asenso al poder del General Manuel Ávila Camacho el PRM buscó la consolidación de los intereses de las diversas clases sociales a fin de crear condiciones para el desarrollo industrial, asimismo se buscó el fin de los generales al mando del ejecutivo, esto también terminó por excluir a las fuerzas armadas del PRM porque según Ávila Camacho el hecho de que los militares estuvieran en el partido amenazaba la paz.

En este sexenio se dio la “unidad nacional”, como medida de apoyo irrestricto de varios sectores al jefe del ejecutivo, en este sentido varias políticas cambiaron para volverse más institucionalizadas, como fueron los estímulos a la empresa privada, la limitación de la reforma agraria, quitar la educación socialista e incluyó una política de oposición sistemática a las demandas de los trabajadores. En este periodo se profundizó el apoyo de los sectores al Presidente de la República mediante la corrupción, además de la inexistencia de vida interna dentro del Partido para ser cooptado por el Ejecutivo prácticamente en su totalidad.

Se reorganizó al sector popular haciendo crecer a la CNOP como segundo sector en fuerza[5] después del agrario CNC, y superando al sector obrero que por consiguiente y dada su fuerza creó un gran descontento. El partido ejerció con esto una dominancia electoral no política, porque lo político y las acciones le correspondían al ejecutivo. Todos estos cambios se hicieron burlando cualquier signo de legalidad, imponiendo la “unidad nacional”. 

Es en este momento que el partido  tuvo una crisis política de popularidad entre la población, sin una ideología claramente definida, y con la resignación de las masas pero con una eficiencia a su favor del aparato burocrático del estado.  Sin embargo el Ejecutivo decide dar un paso adelante el 18 de enero de 1946 para crear en base a una jerarquía institucional, civil y militar al Partido Revolucionario Institucional[6], con esto se asume el paso concreto del caudillismo al presidencialismo[7] mexicano siempre bajo la lógica del poder.

Mas que alianza política el interés de la clase política y la clase dominante prevaleció, en concreto la lucha por el poder dejo de ser tan popular para convertirse mayormente en burguesa, se crearon los nuevos ricos, los “hijos de la revolución” y se amplió el paternalismo, asimismo se buscaron nuevas formas de persuasión de carácter más cívico, eliminando símbolos, y sustituyendo los discursos encendidos revolucionarios por discursos más acordes a la nueva realidad política. Se incrementó la manipulación gubernamental, mediante una política de negociación y concesión diferenciada en función de la fuerza y comportamiento de los grupos en pugna, realizando una extraña combinación entre represión y paternalismo, autoritarismo y negociación.

Conclusión.

Del régimen institucionalizado, si bien en la historia fue desapareciendo, sus prácticas aún siguen estando vivas, quizá reeditadas en un contexto de transición democrática que no termina por cuajar como expresa Lorenzo Meyer.

Esa misma cultura aún se conserva en alguna parte de la sociedad, un ejemplo de ello son las concesiones, el compadrazgo o el clientelismo que deriva en mejores beneficios, expresados en algunos sindicatos. O las suplicas y las presiones mediante actos de fuerza como medio para lograr el acuerdo y las concesiones.

En general esta cultura de lo público pese a la transición democrática y a ciertos cambios en las reglas del juego, aún se perciben en la sociedad mexicana, una muestra de ello son los resultados de la Encuesta Nacional  sobre Cultura Política y Prácticas Ciudadanas en 2008, por ejemplo, en la confianza interpersonal el 84 por ciento de los mexicanos piensa que si uno no se cuida a sí mismo la gente se aprovechará, mientras que el promedio mundial es 47 por ciento. Sin embargo el orgullo nacional es de 98 por ciento, siendo que el promedio mundial de los que se sienten orgullosos de su país es de 89 por ciento.  Por otro lado, el porcentaje de mexicanos que confían en las instituciones es bajo, y entre las instituciones que registraron los menores porcentajes de confianza se encuentran la policía y los partidos políticos. (Secretaría de Gobernación, 2008)

Otro punto a resaltar es la clasificación en el Índice de Percepción de la Corrupción, que evalúa la percepción de corrupción sobre el sector público, donde México se encontraba en el lugar número 72 en el año 2008 y pasó al puesto 89 en 2009, aumentando su sensación en lo que a corrupción se refiere[8].

A pesar de la transición, México sigue estando entre países corruptos como parte de su cultura política, la prevalencia de lo burocrático, y la cooptación de grupos siguen vigentes  esto demuestra que algunos de los rasgos identificados en el periodo del partido hegemónico, siguen estando vigentes en la cultura mexicana, y también que no se ha hecho lo suficiente para instaurar cambios de fondo no solo a nivel político sino a nivel social, ya que en donde se pudo instaurar un esquema también se puede quitar.

Bibliografía


Castañeda, J., & Aguilar Camín, H. (01 de 11 de 2009). Un futuro para México. Nexos .
García Soto, S. (08 de Diciembre de 2007). Serpientes y Escaleras. El Universal .
Garrido, L. J. (1982). El partido de la revolución institucionalizadas. La formación del nuevo estado en México (1928-1945). México: Siglo XXI.
González Casanova, P. (1981). La cultura política en México. En El estado y los partidos políticos en México (págs. 62-77). México: Ediciones Era.
Meyer, L. (21 de 05 de 2009). El círculo cerrado. Reforma , pág. 9.
Meyer, L., Segovia, R., & Lajous, A. (1978). Historia de la revolución mexicana. Los inicios de la institucionalización. México: El Colegio de México.
Secretaría de Gobernación. (2008). Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Ciudadanas. México.
Televisa. (27 de 11 de 09). Tvolución. Recuperado el 03 de 12 de 2009, de http://www.tvolucion.com/noticieros/punto-de-partida/050646/usted-disculpe
Transparencia Internacional. (2009). Transparency. Recuperado el 01 de 12 de 2009, de http://www.transparency.org/policy_research/surveys_indices/cpi/2009


[1] Durante un discurso en 1997, Felipe Calderón, siendo Presidente del Partido Acción Nacional mencionó: “Tomar el poder requiere de una dirección muy clara, para no repetir los vicios y errores de los regímenes del PRI, para no dejar que actúe el pequeño priísta que todos llevamos dentro”.

Es importante tomar en cuenta que en los círculos políticos mexicanos, principalmente de otros partidos, es común hacer una referencia en forma de “chiste” al “priista que todos llevamos dentro”.
[2] Si el político lo emplea entonces será simpática o valiente, para quien descalifica la demagogia es cobardía, irresponsabilidad y deshonestidad.
[3] La reportera Denisse Maerkel presentó un reportaje en noviembre de 2009 dentro de su programa Punto de Partida producido por la televisora Televisa, en el que presenta cifras en que el 90 por ciento de los detenidos salen por falta de pruebas. No es poco común bromear en México con el famoso “usted disculpe” de la policía.
[4] A pesar de que Obregón logró llegar al poder, con el 100 por ciento de los votos, José de León Toral, lo asesinó en un banquete en la Ciudad de México el 17 de julio de 1928.
[5] Este movimiento se realizó en aras de crear un contrapeso frente a los otros dos sectores que se encontraban previamente mejor organizados, con el objetivo de tener una base social más amplia.
[6] Como muestra de poder gubernamental y el control burocrático en un solo día la Convención del PRM, aprobó la declaración de principios, el Programa de Acción y los Estatutos y se postuló a Miguel Alemán como primer presidente civil de México.
[7] Se cambiaron varios postulados priistas, algunos más fueron borrados; entre lo más representativo, se cambio de Pacto de obreros, campesinos, ejército, sectores populares, como base del partido a un concepto de lucha de asociación política de ciudadanos. (González Casanova, 1981, pág. 126)
[8] El rango de evaluación del Índice de Percepción de la Corrupción va del 1al 10, siendo el 1 el mayor nivel de corrupción y donde México tiene 3.3. Transparencia internacional asegura que cuando las instituciones básicas son débiles o inexistentes, la corrupción aumenta sin control y el saqueo de los recursos públicos potencia la inseguridad y la impunidad. La corrupción también instaura una creciente desconfianza en las mismas instituciones y los nuevos gobiernos encargados de garantizar la subsistencia y la estabilidad. Transparencia agrega que el índice apunta a la necesidad de fortalecer sus instituciones y que los inversionistas y los donantes deben vigilar sus operaciones y rendir cuentas por sus actos con la misma rigurosidad con que exigen transparencia y rendición de cuentas a los países beneficiarios.

Transparencia internacional establece que “Contener la corrupción requiere un activo control por parte del poder legislativo, un poder judicial eficiente, organismos de auditoría y lucha contra la corrupción independientes y con recursos adecuados, una aplicación enérgica de la ley, transparencia en los presupuestos públicos, los ingresos y los flujos de asistencia, así como espacio para medios de comunicación independientes y una sociedad civil dinámica”

Rafael Solano:

Maestro en Economía y Gobierno. Diplomado en Análisis Político.


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